Muchos papás se ven sometidos a un ritmo de vida frenético: trabajo, niños, pareja, compromisos sociales… Y a veces es inevitable que termine afectando a lo que más quieren: su familia. Si deseas saber cómo evitar que tus hijos “paguen” vuestras prisas, para un momento, relájate y dedica diez minutos –sólo diez- a leer este reportaje.
Trabajas ocho horas diarias, recoges a tu hijo en el cole, le llevas a sus clases de natación, le bañas, le acuestas y aún tienes tiempo para pasar un ratito con tu pareja o ir a cenar con tus amigos. ¿Te reconoces en este “listado de tareas”? Si es así, perteneces al famoso grupo de las “supermamás”, mujeres que hacen verdaderos malabarismos para llevar a la práctica la tan trillada –pero difícil de realizar-conciliación familiar y laboral. Y es una definición en la que también entran ya los hombres que, cada vez en mayor medida, comparten con sus parejas los trabajos domésticos y el cuidado de los niños.
Pero aunque esta tendencia ha ayudado –y mucho- a la familia a organizar mejor su tiempo, lo cierto es que, en ocasiones, parece que el día no tiene suficientes horas, y todo son prisas para no llegar tarde al colegio, para recoger al niño al terminar sus clases…
Y como las empresas no es que estén muy concienciadas con las responsabilidades paternas, y los horarios laborales y escolares, más que armonizarse, chocan estrepitosamente, poco se puede hacer para cambiar este ritmo de vida. Salvo, por supuesto, que decidas elegir entre familia y carrera profesional, y optes por dejar tu trabajo o pedir una excedencia o una reducción
de jornada, lo que tampoco está muy bien visto entre algunos empresarios.
Ante este panorama, ¿qué pueden hacer los padres? Mucho, porque si la estructura del mercado laboral y los incentivos del Estado a la maternidad no tienen visos de mejorar a corto plazo, todo lo que se haga para conciliar trabajo y familia estará en manos de los propios papás. La clave está en conseguir que esas inevitables prisas afecten a vuestro estado de ánimo, a la relación de
pareja y, mucho menos, a la educación que dais a vuestros hijos. Y es que si hay alguien que puede verse afectado especialmente por esta situación es esa personita que os imita en todo y capta cada uno de vuestros sentimientos.
Papás agobiados, niños estresados
Sin duda, la actitud de los padres tiene un gran efecto psicológico en los niños. En primer lugar, porque los pequeñazos son muy sensibles a los estados de ánimo de sus progenitores, y segundo, porque ellos son sus modelos a seguir. “Si los adultos realizan sus actividades con agobios y van con prisas a todos los sitios, transmiten ese nerviosismo a sus hijos”, explica la psicóloga Silvia Álava, coordinadora del Área Infantil del Centro de Psicología Álava Reyes.
Además, “los papás deben recordar que, por más prisa que tengan, no van a poder reducir los tiempos de reacción de los niños”, añade esta psicóloga. Así, por ejemplo, si quieres que tu hijo tome su desayuno casi a la carrera o que camine más deprisa para no llegar tarde al cole, sólo lograrás crearle ansiedad, porque él tiene su ritmo, que no puede cambiar.
Lo mismo ocurre con el aprendizaje infantil, que lleva su tiempo y que, por mucho que se empeñen los papás, no se puede reducir”, explica Silvia Álava. Todo lo contrario, las prisas pueden afectar negativamente al desarrollo de determinadas habilidades, como la higiene, la alimentación… “El niño que tiene que poder vestirse, lavarse y comer por sí mismo”, insiste. Y para adquirir estas habilidades, necesita práctica y tiempo.
Por efecto de las prisas, los papás pueden caer en la tentación de hacer las cosas por los niños –darles su comida, ponerles los zapatos, contestar por ellos cuando otras personas les preguntan, llevarles en el coche de paseo en lugar de dejar que caminen…-, con lo cual no se permite su correcto desarrollo psicomotor y cognitivo, ni se favorece su autonomía. De hecho, actuando de esta forma, sólo se consigue sobreprotegerles, con el riesgo de que se vuelvan inseguros –“mi papá me ata los cordones, porque yo no sé hacerlo”, pueden pensar- y muy dependientes de los adultos.
Sentimiento de culpa
¿Qué madre no se ha sentido alguna vez culpable al dejar a su hijo de pocos meses en la escuela infantil o haber llegado tarde a recogerle porque le han puesto una reunión a última hora? Según Silvia Álava, es inevitable tener esa sensación de vez en cuando, si se intenta conciliar trabajo y familia.
Y también es inevitable querer compensar a los niños. El problema es cuando se hace a costa de saltarse las normas, pautas y límites de educación que los propios progenitores han puesto. “No vale decir a todo que sí para que el niño esté contento el poco tiempo que pasa con sus padres, o cargarle de juguetes para resarcirle de algún plan en familia que se ha cancelado”, añade esta experta en Psicología Infantil.
Además, esa culpabilidad que sientes y que la mayoría de las veces no se corresponde con la realidad -¿seguro que dedicas a tu hijo tan poco tiempo como crees?-, sólo servirá para estresarte aún más.
Que no afecte a tu hijo
Los niños tienen una especie de radar de los estados de ánimo de sus papás. En vuestra mano está que no se vean afectados por un estilo de vida marcado por las prisas.
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- Asume tus limitaciones. Trabajo, hijos, pareja, casa, amigos… ¡Uff! Parece un mundo que no puede abarcarse en las 24 horas del día. Pero muchas mujeres se esfuerzan en hacerlo. Sin embargo, es u n error que puede pasarles factura a nivel físico y emocional. No te empeñes en ser una superwoman, asume tus limitaciones y déjate ayudar por tus padres, tu pareja o tu cuñada. Asumirás mejor tus circunstancias si las reconoces como lo que son, temporales. Recuerda que los niños crecerán y entonces ¡echarás de menos esta etapa!
- Prioriza las tareas. El día parece insuficiente para realizar todas las actividades que consideramos “nuestras”. La frustración es un sentimiento que viene a la cabeza de muchas mamás que se van a la cama con la sensación de no haber hecho todo lo que querían y de no haber aprovechado bien el tiempo. Pero, ¿seguro que ha sucedido eso? Muy probablemente, no. Si un día no has planchado, no pasa nada; recoge la ropa y guárdala bien doblada en un armario; ya la plancharás en otro momento. Si es más importante forrar los libros de tu enano que limpiar los cristales, siéntate a preparar su material con todo mimo. Así, cuando te acuestes, probablemente no hayas hecho todo lo que querías, pero sí habrás resuelto lo que para ti era prioritario, de forma que no tendrás la sensación de haberte perdido en cosas sin importancia.
- Disfruta del momento. Te encanta pasar tiempo con tu hijo, por eso, si no dispones de mucho, disfruta los momentos que pases con él. Ahuyenta pensamientos como “en media hora tengo que ponerme a hacer la cena” o “debo preparar la reunión de mañana”. Ese momento es sólo de los dos. Si está distraída con otra cosa, no lo disfrutarás y tu hijo lo notará.
- Adáptate a su horario. “Los papás deben adaptarse al ritmo del niño y no al revés”, explica Silvia Álava. Por muy incoherentes que sean los horarios escolares en nuestro país, los adultos deben amoldarse a ellos, porque los pequeños no cuentan con recursos para hacerlo. Eso sí, tampoco deben sentirse culpables por no poder recoger a su hijo en el cole, si éste termina sus clases a mediodía, como ocurre ya en muchas escuelas públicas. Una opción son las clases extraescolares, que bien elegidas, encantan a los niños. No obstante, hay que tener cuidado para no llenar su agenda en exceso sólo porque la de sus padres también esté ocupada. Pide su opinión sobre la actividad que le gustaría realizar y ten en cuenta aquélla que más le conviene. Pero lo más importante es que planifiquéis el día en función de la edad del niño y de su desarrollo. La hora de cenar, de acostarse… debe estar ajustada a sus necesidades.
- Siempre a su lado. El hecho de que los progenitores trabajen- y en ocasiones, muchas horas – no significa que sus hijos se sientan abandonados. El pequeño debe percibiros cercanos, que sepa que siempre estáis a su lado y atentos a todo lo que pueda necesitar. Asegúrate de dedicarle tiempo, párate a escucharle, porque él quiere contarte sus vivencias y quiere hacerlo cuando le suceden o siente esa necesidad de comunicarlo, no cuando tú le preguntas. “Evita esa especie de interrogatorio diario en la que han convertido muchas relaciones padres-hijos”, insiste esa psicóloga infantil.
- Darle tiempo para aprender. La infancia es la época de mayor aprendizaje y es clave para que, en el futuro, puedan desenvolverse con habilidad y autonomía. No intentes acelerarlo, porque entonces le quedarán lagunas. Si el niño tarda mucho en vestirse, lavarse… por las mañanas, acuéstale a una hora prudente y despiértale con tiempo para que aprenda a adquirir esos hábitos de higiene tan importantes. En las vacaciones y, sobre todo, los fines de semana olvídate del reloj y aprovecha para insistir en estos aprendizajes que le ayudarán a ser más autónomo.
- Unos hábitos muy claros. Para la psicóloga Silvia Álava es fundamental que los papás establezcan unos horarios y hábitos muy claros, de forma que los niños sepan perfectamente cuándo van a estar en clase, en su entrenamiento de fútbol y haciendo los deberes con sus padres. Y, por supuesto, deben cumplirse a diario. Al niño, sobre todo si es muy pequeño, no se le pueden cambiar esos hábitos en función del trabajo que sus progenitores tengan en la oficina. En definitiva, se trata de crear un modelo educativo en el que los pequeños tengan los horarios, las pautas y las normas perfectamente claras y asimiladas.
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Tiempo para ti
Para combatir el estrés que crean las prisas, hay que saber cómo relajarse. Las madres tienen un esquema mental de “no puedo perder el tiempo” que sólo les provoca ansiedad y les impide disfrutar de leer un buen libro, de quedar con una amiga o, simplemente, de tomarse un respiro. Sin embargo, los beneficios son muchos: tranquilidad por poder descansar el cuerpo y la mente, placer por realizar esas actividades que te encantan… Y tu familia también se verá beneficiada. Al fin y al cabo, una madre o una pareja poco estresada, tampoco estresará a los que la rodean.
Gemma Martín.
Asesoramiento: Silvia Álava. Psicóloga y coordinadora del Centro de Psicología
Álava Reyes.
Publicado en Guía del Niño nº 131. Noviembre de 2009.