En cuántas ocasiones habremos dicho aquello de “Con este niño no hay manera”, “Lo hemos probado todo” o “Hay que decirle las cosas mil veces”. Es absolutamente normal que ocurra esto, ya que educar a los hijos comporta grandes satisfacciones, pero también algún que otro momento de desesperación.
Algo también normal en situaciones complicadas es que los padres actúen intuitivamente, probando diferentes estrategias para superar los conflictos diarios. Muchas veces, el resultado es magnífico y los padres actúan con tranquilidad y seguridad para solventar los momentos críticos. Otras, en cambio, la situación se agrava, porque crece la crispación y aparecen los gritos o, incluso, el bofetón. Precisamente, cuanto más se cambian las estrategias, peores son los resultados: los cambios continuos evidencian la inseguridad de los padres y los niños detectan más fácilmente los puntos vulnerables que pueden transgredir. En estas condiciones aparecen los incontables ¡No! ¡No quiero!
Así pues, lo más importante es intentar establecer un modelo educativo que seamos capaces de mantener durante todo el proceso educativo.
Es conveniente comunicar a los niños estos modelos o estas pautas de comportamiento con afecto, seguridad e inflexibilidad. La seguridad de los padres hace que los niños también crezcan seguros y se dejen llevar dócilmente, porque perciben que el camino pautado les da más satisfacciones. A lo largo de este proceso educativo los padres podrán observar y valorar los aprendizajes que se han establecido correctamente y podrán permitir más flexibilidad en determinadas situaciones.
Para saber cómo se produce una conducta y cómo es que muchos niños son incapaces de seguir correctamente unas pautas educativas, conviene tener en cuenta el proceso circular estímulo-respuesta. Es decir, cada estímulo provoca una respuesta (acción-reacción) y ésta será un nuevo estímulo que provocará una nueva respuesta. Este proceso circular establece la conducta. Así pues, ¡manos a la obra! Vamos a observar y a valorar la conducta del niño para distinguir si es correcta o incorrecta.
En función de estas respuestas, conviene ignorar las conductas inadecuadas y reforzar positivamente las adecuadas mediante halagos, felicitaciones, abrazos, besos… Incluso, podemos establecer una tabla de premios o regalos, según el criterio de los padres. Ante las conductas inadecuadas, la reacción de los padres tiene que ser muy diferente; también se puede establecer una tabla, desde ignorar hasta reprender o quitar un privilegio como “castigo”.
Hay que tener en cuenta que, muchas veces, los niños pretenden llamar la atención, pero algunos de ellos no saben discriminar si lo hacen con conductas buenas o malas. Son los padres los que tienen que mostrarles la manera de hacerlo. Si ven que se les hace más caso con las conductas adecuadas, seguirán actuando positivamente y aprenderán a comportarse de forma correcta, con satisfacción. Por el contrario, si los niños observan que se les presta más atención con las conductas inadecuadas, seguirán por este camino.
En este recorrido educativo de los hijos, los padres tienen que transmitirles confianza, crearles grandes expectativas y comunicarles entusiasmo y alegría. De este modo se puede superar cualquier crisis.
Es muy importante que los padres sepan dar las consignas con ánimo, dando por supuesto que sus hijos van a actuar correctamente, ya que son unos niños fantásticos. En este contexto es más fácil establecer las normas con claridad y firmeza, remarcando los horarios y las rutinas, lo que garantiza que los hijos respondan con un SI convencido, porque el entorno familiar es positivo y alegre.
En este marco de afecto y firmeza, los padres serán capaces de transmitir su modelo educativo con seguridad, creando un clima propicio para que los hijos acepten el reto que se les propone día a día. Este “sistema” educativo, basado en el sentido común, es la base para educar, enseñar buenos hábitos y, sobre todo, acrecentar la autoestima de los pequeños.
Dr. Eduard Estivill. Director de la Clínica del Sueño Estivill del USP Instituto Universitario Dexeus, Barcelona. Dra. Montserrat Domenech. Psicóloga y pedagoga.
Publicado en Mi bebé y yo nº 208. Septiembre de 2009.