¿Qué tipo de padre o madre eres? Según Elzo, en su libro El silencio de los adolescentes (2000) encontramos varios estereotipos de padres y madres en relación con sus hijos e hijas adolescentes, a partir de los que estos últimos cuentan acerca de aquéllos. Así, se distinguen:

PROTOTIPOS DE FIGURA PATERNA
El padre ausente

Este tipo de padre fue más frecuente en otros  tiempos que en la actualidad, pero su ausencia es más sentida hoy por los hijos. El padre trabajaba fuera o se reunía con los amigos en el bar; la madre se encargaba de todo lo referente a sus hijos. Aunque el padre actual se ocupa más de los hijos que en generaciones anteriores, el cambio radica en que actualmente se le pide que se encargue también de la educación de los hijos, algo que no ocurría en épocas anteriores. A muchos padres esta   exigencia les ha cogido sin referentes, puesto que sus padres y abuelos no se encargaban de esta labor; su relación con los hijos viene modelada por el   recuerdo de la relación que sus padres mantuvieron con ellos, y actualmente resulta claramente insuficiente.

El padre que mira a otro lado

Hace referencia al padre despreocupado, que ha dimitido de la labor de educar. No está al tanto de la vida de sus hijos, no les escucha ni tampoco habla con ellos; no quiere enterarse de lo que les pasa. Esa indiferencia es sentida por los adolescentes que se resienten de ser ignorados, de no despertar interés alguno en sus padres.

El padre superprotector

A estos padres, les cuesta entender y aceptar que sus hijos se hacen mayores, especialmente en el caso de las hijas. Aunque esta reacción es comprensible y frecuente, puede dejar de serlo cuando se prolonga esa actitud hiperproteccionista, esa pretensión de detener el tiempo y la maduración de los hijos. Esta situación lleva a éstos a no querer hablar con sus padres de aquellos temas que, entienden, van a dolerles como evidencias del hecho de estar haciéndose mayores.

El padre compañero y amigo

Apela al padre que ejerce el papel de “bueno” en casa, de permisivo, el que transige, el liberal, consentidor, complaciente, portador de valores en boga; mientras es la madre la que ejerce el papel de “mala”, de poner orden, de establecer límites, de decir lo que está bien y lo que está mal. Esta disparidad dificulta el que los adolescentes lleguen a adoptar normas instrumentales, concretas, que orienten sus conductas. Un padre que, en definitiva, no ejerce de padre.

El padre que provoca pena

Se percibe como un hombre débil al que no se le puede contar nada, y por eso se le engaña, porque sufriría; también se puede dar este caso de figura paterna en aquellos hogares donde la madre tiene mayor nivel de formación cultural que el padre. En estos casos, la respuesta de los hijos es una especie de compasión unida al desprecio; al padre se le ningunea, se le minusvalora.

El padre-padre

Esta figura apela al padre que ejerce de tal, consciente de sus limitaciones y potencialidades, que acepta el progresivo proceso de emancipación de los hijos. No pide nada a cambio de su entrega por ellos: presta tiempo, atención y dedicación a sus hijos sin esperar recompensa por parte de éstos. Le satisface cumplir su papel de padre, entienden que es su responsabilidad. Generan un clima familiar fluido, de convivencia razonablemente feliz.

PROTOTIPOS DE FIGURA MATERNA
La madre ausente

Suele ser un caso frecuente en familias donde trabajan ambos progenitores en puestos de alta responsabilidad o con trabajo   autónomo, que les lleva a un horario bastante irregular con continuas ausencias de casa. También lo es en hogares de padres separados de baja condición social, cuando no emigrantes, en los que la madre tiene que ganarse la vida sobrecargada de trabajo; la situación se hace más compleja cuando la madre entabla nueva relación sentimental, ya que ésta tammbién exige una dedicación personal que puede restarse de la que se presta a los hijos.

Esta situación de ausencia es vivida negativamente por los hijos que manifiestan su rechazo con continuas llamadas   de atención: silencios, salidas de tono, comportamientos agresivos, alteraciones de la conducta, crisis de anorexia, etc. Es su manera de demandar comunicación y mayor atención por parte de sus padres, en especial, de su madre.

La madre amiga, confidente y cómplice

Este estudio corrobora que, en nuestro país, en general, las relaciones entre padres e hijos son buenas, incluso cálidas; pero esto último es especialmente cierto cuando se trata de las relaciones  con la madre. Hablar con ellas con confianza, contarles experiencias, problemas, dudas, cómo van las cosas del día a día, compartir actividades… es una situación frecuente aún cuando los adolescentes no se lo cuenten todo. Pero la madre amiga no ejerce de madre en el sentido de establecer límites al  comportamiento de sus hijos, lo que dificulta la adquisición de normas instrumentales de comportamiento y les puede llevar a crecer en un contexto sin referentes claros con sus repercusiones en cuanto al desarrollo de personalidades más estables.

La madre preocupada, metomentodo…   histérica a ratos

Este prototipo describe a la madre que está todo el tiempo encima, la madre que pregunta constantemente: “dónde has   estado”, “qué has hecho”, “con quién”, “a qué   hora has vuelto”, “cuidado con esto”, “cuidado con lo otro”… Repite mil veces las cosas que creen que los hijos deben hacer. Este prototipo de madre lleva a muchos hijos a no hablar con fluidez, para no  desencadenar un rosario de preguntas; aunque las relaciones sean buenas, estos interrogatorios permanentes coartan a los adolescentes en su confianza respecto de sus padres. A veces, estar encima de los hijos no es sinónimo de  acertar y conseguir una buena comunicación con ellos.

La madre humillada

Se puede dar en aquellos hogares en los que la formación de la madre es bastante inferior a la del padre, o en los que la   madre no trabaja fuera de casa y eso provoca el establecimiento de relaciones  jerárquicas en casa donde la madre adopta un papel de subordinación (al padre,  a los hijos…), o en los que incluso se ha llegado al maltrato verbal, psicológico o físico. De nuevo, esa relación de compasión mezclada de desprecio, que referíamos en el caso del padre que provoca pena, suele ser una reacción frecuente en los hijos.

La madre-madre

Además de tener unas relaciones fluidas y cálidas con sus hijos, esta figura materna no sólo ejerce de amiga sino que sabe decir que no cuando hace falta; no va de colega que deja hacer a sus hijos cuanto quieren, sino que pone límites, marca pautas, establece normas.

 

Cristina Granado Alonso

Facultad de Ciencias de la Educación. Universidad de Sevilla

Join the Discussion

Your email address will not be published.

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

×