El reflejo de relajación, a diferencia del de tensión, actúa movilizando los recursos de nuestro cuerpo con el fin de que éste se encuentre en los niveles basales después de haber pasado por un nivel de actividad o estado de estrés o alerta.

Así, los efectos que produce en nuestro cuerpo son:
– Disminución de la presión arterial y ritmo cardíaco
– Respiración más lenta y profunda
– Distensión muscular
– Incremento de la actividad del sistema digestivo
– Disminución de la sudoración
– Aumento de la circulación sanguínea en los lóbulos prefrontales y cambio del ritmo cerebral
– Activación correcta del sistema inmunológico

Cuando nuestro cuerpo sufre de falta de relajación disminuye su rendimiento general, viéndose mermadas la atención y concentración, la memoria y el aprendizaje. Al mantenerse el estado de tensión se incrementan la irritabilidad,,la agresividad y las emociones negativas, además de sufrir alteraciones del sistema inmunológico.

Por qué hay que enseñar la relajación

La respuesta de relajación es algo que podemos observar fácilmente en animales domésticos, como perros y gatos, que pasan con facilidad de un estado de atención o alerta a uno de relajación en unos instantes.

Sin embargo. el modo de vida en el que vivimos, lleno de estímulos -la mayoría artificiales- aumentan nuestro estrés y ansiedad, lejos de calmarnos. Nosotros, los adultos, estamos perdiendo la capacidad natural de relajarnos. Y nuestra forma de relacionarnos en nuestro día a día, tan pendientes, asfixiados y ahogados por el reloj y por las múltiples tareas, actividades y elementos que nos rodean, es la enseñanza que le damos a nuestros hijos y alumnos. Es por ello que, de forma expresa, hay que enseñarles técnicas de relajación.

Qué técnicas podemos usar

Algunas técnicas que podemos facilitar la relajación en los niños, y en nosotros también, son:

– Respiración diafragmática. Los bebés ya nacen con la técnica respiratoria adecuada -inspiración nasal, impulsando el aire inspirado a la parte baja de los pulmones, “llenando su barriguita como un globo”, y espirando por la boca.
– Relajación progresiva de Jacobson. Partiendo de la tensión de algunos grupos musculares (apretando puños, poniendo rígidos brazos, piernas, pies, cuello, ojos, boca…) los niños perciben la diferencia entre tensión y relajación.
– Relajación sin tensión. Una forma sencilla de hacer un masaje es con una pelota blanda, con tamaño tipo tenis, girando la pelotita tranquilamente. Comenzando por la cabeza, podemos ir bajando hacia la espalda, brazos y piernas.
– Relajación mediante la imaginación. Se le pide al niño que cierre los ojos mientras que escucha algún relato con descripciones de paisajes. El menor va se “sumerge” en el relato, imaginando cómo son los lugares y elementos descritos por el adulto. Leer o contar un cuento con muchas descripciones por la noche es una forma sencilla de utilizar esta técnica.

El ambiente es fundamental, así que, antes de centrarnos en la técnica que hayamos elegido, seleccionaremos una música tranquila y suave, bajamos el volumen de nuestra voz y escondemos el reloj.

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