Dramas y castigos eternos. Éstas son las respuestas paternas más frecuentes –aunque no las más idóneas- ante los suspensos que los niños traen a final de curso. Si vuestro hijo se presenta con malas notas, hablad con él, buscad las causas y tomad medidas reflexivas. Tenéis todo un verano para lograr el éxito escolar.

Llega el buen tiempo, las salidas al campo, los días de piscina… ¡y las vacaciones escolares! No es extraño, pues, que junio sea el mes más esperado por todos los niños del mundo. ¿Por todos? Quizá, no tanto por los que temen un boletín de notas con algún suspenso, y menos aún por los que saben que ese hecho provocará un disgusto –a veces exagerado- en sus padres.

¿Cómo actuar entonces? ¿Son aconsejables los castigos? ¿Funcionan las clases de refuerzo? ¿Toda la familia debe quedarse sin vacaciones? Los suspensos plantean un problema que exige buscar causas y tomar decisiones basadas en la reflexión y el diálogo. Los dramas no ayudan, y un “necesita mejorar” en las notas no es el primer paso hacia el fracaso escolar, como creen algunos padres. Recuerda que el verano da para mucho. También para que los pequeños mejoren sus resultados académicos sin renunciar al descanso y a la diversión que todo niño necesita.

Nada de fracaso

Cuando los suspensos llegan a casa –“y tan temprano, en Primaria”, piensan muchos papás-, la tendencia a relacionar lo que dice ese boletín de notas con el temido “fracaso escolar”, del que últimamente hablan tanto los medios de comunicación, es inevitable.

Porque no es tan descabellado pensar que, si al niño no le cuesta aprobar todas las asignaturas en los primeros ciclos de la enseñanza, le será más difícil hacerlo a medida que pase de curso y aumente el nivel de exigencia. Sin embargo, esta relación tampoco es una ecuación exacta que daba poner a la familia en alerta, porque fracaso escolar no es lo mismo que malas notas y porque éste último concepto es muy subjetivo: responde a muchas causas y puede dar lugar a muchas causas y puede dar ligar a muchas interpretaciones. “Depende de la persona que juzgue ese expediente; para un padre, tres suspensos “no están tan mal”, y para otro, uno sólo ya supone un serio problema”, argumenta Laura Cuadrado, psicóloga infantil de ISEP Clinic.

De cualquier forma, esta especialista recomienda no darle tanta importancia a un expediente académico, que casi nunca refleja la realidad escolar de un niño. “Hay que tener en cuenta muchos factores, como la evolución del pequeño a lo largo de varios cursos, sus dificultades en casa o en el colegio…”, añade esta psicóloga. Además, como advierte el psicólogo Raimon Gaja en su libro ¿Por qué suspenden nuestros hijos?, en los últimos años el término “fracaso escolar” se está usando de forma arbitraria para designar “cualquier desajuste académico que se produce en el estudiante”. Y, en realidad, se refiere únicamente al porcentaje de alumnos que no supera la ESO y que, según un estudio del Centro de Estudios CCC y la Asociación Nacional de Centros de E-learning, supera el 30 por ciento y duplica el 14,8 por ciento de la media europea.

Localizar el problema

Pero, de momento, estamos en Primaria, y las causas y las consecuencias de unos cuantos insuficientes a final de curso son –y deben ser- diferentes. Empecemos por las causas. Como recuerda Laura Cuadrado, “son muy diversos los motivos que llevan a un niño a suspender y que dan lugar a tres concepciones diferentes del problema.

– Fracaso escolar transitorio: ocurre cuando el rendimiento escolar del niño, que siempre ha sido normal, baja repentinamente. “Las causas pueden ser una nueva asignatura que le resulta difícil, una mala conexión con un profesor o una baja motivación por tener otros intereses o algún problema personal puntual”, explica esta psicóloga infantil.

– Rendimiento escolar insatisfactorio: se refiere a los casos de alumnos que rinden por debajo de sus posibilidades, ya sea porque deciden no explotar al máximo sus habilidades o porque su criterio evaluador es diferente al del profesor.

Errores a evitar

– Expectativas altas: todos los padres desean lo mejor para sus hijos, pero algunos quieren que sean los más inteligentes, los primeros en el colegio, que aprendan idiomas, ballet, tenis… Son padres exigentes, que tienen unas expectativas demasiado elevadas, y si el niño se presenta con un solo suspenso…

– Menospreciar al niño: hay que evitar regañarle con frases del tipo “eres un vago”, “otra vez has suspendido”, “cuando yo tenía tu edad”… Eso sólo rebajará su autoestima, le creará ansiedad mientras espera las notas y le desanimará de cara a nuevos exámenes.

– Comparación con hermanos: cada niño es único y, poner como modelo de conducta a su hermano, no va a hacer que le imite, sino que le tenga celos y se sienta inferior.

– Castigos eternos: los castigos largos, además de difíciles de cumplir, pueden perder eficacia, porque al cabo del tiempo el niño acaba olvidando la causa que ha llevado a sus padres a castigarle.

Gemma Martín.
Publicado en Guía del Niño nº 26. Junio de 2009.

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