El Trastorno por Déficit de Atención es el problema psiquiátrico más importante de todos los que afectan a los niños en edad escolar, con unas cifras de prevalencia estables alo largo de diferentes razas y culturas que oscilan entre el 4 y el 8% de los niños en estas edades (Correas et al, 2006); es asimismo origen de disfunciones personales para el propio niño, pero también para la familia, la escuela y para la sociedad. En lo referente al diagnóstico, sigue siendo fundamentalmente clínico (Quintero Gutiérrez et al, 2006; Barbudo et al, 2006).

Hasta la fecha no disponemos de ninguna prueba diagnóstica per se. Las pruebas de neuroimagen tanto estructural como funcional, pueden detectar defectos sugerentes, pero la variabilidad intersujeto hace que hasta la fecha no sean de utilidad diagnóstica, aunque sean muy interesantes desde el punto de vista de aumento del conocimiento. En lo relativo a las pruebas neuropsicológicas y psicométricas, son casi de obligada realización en el TDA-H. Pueden apoyar el diagnóstico, pero no van a ser diagnósticas en sí mismas.

El TDA-H es un síndrome cuyas manifestaciones principales (inatención e hiperactividad/impulsividad) guardan una intensa relación con factores de índole genética. La frecuencia de TDA-H y de otros trastornos psiquiátricos es mayor en los familiares de primer grado de los pacientes afectos por esta enfermedad, aunque posiblemente no se hereden manifestaciones clínicas, sino una vulnerabilidad neurobiológica particular.

Los criterios dianósticos de este trastorno según el DSM-IV son:

1.- DESATENCIÓN: a) A menudo no presta atención suficiente a los detalles o incurre en errores por descuido en las tareas escolares. b) A menudo tiene dificultades para mantener la atención en tareas o en los juegos. c) A menudo parece no escuchar cuando se le habla directamente. d) A menudo no sigue instrucciones y no finaliza tareas escolares, encargos u obligaciones (no por rebeldía ni por incapacidad para comprender instrucciones). e) A menudo tiene dificultades para organizar tareas y actividades. f) A menudo evita, le disgusta o es reacio a dedicarse a tareas que requieren un esfuerzo mental sostenido. g) A menudo extravía objetos necesarios para tareas o actividades (ejem.: juguetes, ejercicios escolares, lápices, libros…) h) A menudo se distrae fácilmente por estímulos irrelevantes. i) A menudo es descuidado en las actividades diarias.

2. HIPERACTIVIDAD a) A menudo mueve en exceso manos y pies, o se remueve en su asiento. b) A menudo abandona su asiento en la clase o en otras situaciones en que se espera que permanezca sentado. c) A menudo corre o salta excesivamente en situaciones en que es inapropiado hacerlo (en adolescentes o adultos puede limitarse a sentimientos subjetivos de inquietud). d) A menudo tiene dificultades para jugar o dedicarse tranquilamente a actividades de ocio. e) A menudo “está en marcha” o suele actuar como si tuviera un motor. f) A menudo habla en exceso.

3. IMPULSIVIDAD g) A menudo precipita respuestas antes de haber sido completadas las preguntas. h) A menudo tiene dificultades para guardar turno. i) A menudo interrumpe o se inmiscuye en las actividades de otros (por ejemplo, se entromete en conversaciones o juegos).

Durante mucho tiempo, se ha hablado de mal pronóstico del TDA-H, hoy sabemos que no necesariamente tiene por qué ser así, ya que disponemos de recursos terapéuticos eficaces. La llegada de los psicoestimulantes y más recientemente con fórmulas posológicas más cómodas y eficaces, revolucionaron el tratamiento del TDA-H, situándose años después, como el tratamiento farmacológico más estudiado en menores. En los últimos años están apareciendo nuevas alternativas que ofrecen opciones de futuro para aquellos pacientes con TDA-H que no responden con psicoestimulantes. El estudio MTA clarificó que el metilfedinato, correctamente pautado, es la forma más eficaz por si sola, pero también ha puesto en primer plano la importancia de planificar tratamientos combinados con psicoterapias y refuerzo psicopedagógico, máxime cuando el TDAH concurre con problemas de aprendizaje, tics, trastornos afectivos y trastornos en la conducta, incluyendo el trastorno disocial. En la línea de las investigaciones, están sugiriendo otras formas interesantes de abordaje terapéutico, como el neurofeedback.

El tratamiento del TDA-H debería ser multimodal, y llevarse a cabo en el ámbito sanitario a cargo del Servicio de Salud Mental de Niños y Adolescentes, coordinado por el médico especialista en Psiquiatría Intanto-juvenil, con la participación de distintos especialistas y profesionales (psicólogos, neuropediatras y psicopedagogos), en estrecha relación con el colegio y las familias.

Los objetivos no deben ser solamente tratar los síntomas nucleares del trastorno, sino también los síntomas asociados y propiciar cambios positivos en el entorno del niño, apoyando a las familias y al profesorado del sistema educativo. En síntesis:

– Reducir los síntomas del TDA-H – Reducir los síntomas asociados. – Reducir el riesgo de complicaciones. – Educar al paciente y a su entorno sobre el trastorno. – Adaptar el entorno a las necesidades del paciente. – Mejorar las habilidades de abordaje de los pacientes, padres y educadores. – Cambiar las percepciones desadaptativas.

El tratamiento global siempre debe contemplar la psicoeduación con los padres, la familia, los profesores y el ámbito escolar. Si el TDA-H se acompaña de retraso o disfunción cognitiva específica (lenguaje, lectoescritura, psicomotricidad), la rehabilitación y la psicopedagogía específica a cargo de profesionales competentes constituyen parte esencial del planteamiento terapéutico global. En todo caso, en la gran mayoría de los casos será necesario el tratamiento farmacológico precedido de psicoeducación de la familia y el profesorado.

 

 

 

 

 

 

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