Curioso, creativo, ansioso por aprender… Así es tu pequeño durante su infancia, cuando sus capacidades cognitivas experimentan el máximo desarrollo. Rodearle de un entorno con mucho amor y estímulos diferentes ayudará a potenciarlas.

“Los niños son como esponjas”. Se trata de una frase hecha, que no por tópica, carece de significado real. Muestra, de manera muy gráfica, la llamada plasticidad del cerebro, es decir, la capacidad que tiene este órgano para modificar su estructura en respuesta a las experiencias adquiridas. Y es sobre todo en los primeros años de vida cuando esa capacidad para “absorber” datos del exterior y, con ellos, moldear las áreas cerebrales, está en su máximo apogeo.

De ahí, la gran importancia de que el niño crezca en un ambiente que estimule sus aptitudes cognitivas. Y cuanto antes, mejor, porque los estudios científicos han demostrados que a los dos años de edad el 90 por ciento del cerebro está formado y que, a los seis, ya ha adquirido el 80 por ciento de su capacidad intelectual.

La herencia genética también tiene mucho que decir en las aptitudes cognitivas de los niños: unos son más creativos, otros tienen más memoria… No obstante, el que luego se desarrollen más o menos depende del entorno familiar y social en el que vivan, de la educación que reciban e, incluso, de los juegos que practiquen. De hecho, se estima que casi la mitad de los pequeños tienen unas funciones cerebrales menores de las que deberían según sus antecedentes familiares.

Está en tu mano, pues, contribuir al desarrollo de sus capacidades innatas. Educarle en un ambiente de afecto, rodeado de estímulos que le ayuden a su crecimiento emocional e intelectual, es la manera más efectiva de potenciarlas. Eso sí, no le fuerces a aprender habilidades para las que aún no está maduro ni le atosigues con multitud de actividades que “aumentan” su intelecto. Un niño sobreestimulado no es más inteligente, simplemente está más estimulado.

¿Qué es la inteligencia?

“Es algo difícil de precisar, que cada autor define de manera diferente”, asegura Jesús Ramírez, psicólogo educativo. Tanto es así que se cuenta una anécdota sobre Alfred Binet, el creador de una de las pruebas más famosas para calcular esta variable, que aseguraba que “la inteligencia es lo que miden mis test”.

En efecto, como recuerda la pedagoga Elizabeth Fodor, coautora de los libros Todo un mundo…, en la actualidad “existen muchas opiniones respecto a este concepto y muchos tipos de inteligencia: la lógica, la abstracta, la artística, la verbal…” Y hay niños que destacan en una y son más bien “normalitos” en otras.Aún así, los padres deben dar una educación integradora, encaminada a estimular la inteligencia en todos estos aspectos, sin olvidar los afectivos. Y es que, según explica esta especialista, hay que distinguir entre el cociente intelectual (C.I.), que hace referencia a una inteligencia práctica-lógica-racional, y el cociente emocional (C.E.), que se basa en las características psicosociales del niño, como empatía, respeto, optimismo, habilidad para adaptarse a los cambios… Para Elizabeth Fodor, estas cualidades de la “inteligencia emocional” son más importantes para lograr el éxito en la vida que la capacidad intelectual.

Paso a paso

Aunque cada niño es un mundo que madura y evoluciona de forma única, es posible encontrar en el desarrollo intelectual infantil algunos logros que se producen a edades similares. Basándose en esa premisa, el psicólogo Jean Piaget enunció hace ya muchas décadas las etapas del desarrollo cognitivo que hoy en día siguen vigentes y en las que se basa la actual división de los ciclos educativos en España: Infantil, Primaria y ESO.

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  • Sentido y sensibilidad. El primer período, llamado “sensoriomotor”, se desarrolla desde el nacimiento hasta los dos años. El niño usa sus sentidos para descubrir el mundo: conoce las cosas que le rodean por la vista, el olfato, el oído, el tacto… En un principio, lo que no captan sus sentidos, simplemente no existe. Pero a partir de los 18 meses, empieza a ser consciente de la permanencia de los objetos aunque no los “sienta”. Al final de esta etapa conoce los colores básico, puede imitar acciones y usar un vocabulario de unas 300 palabras.
  • Todo símbolos. Entre los 2 y los 6 años tiene ligar el “período preoperatorio”. Al principio de esta etapa aparece la función simbólica, que es muy importante para el desarrollo de la inteligencia y que hace que al niño le encante “jugar a …”, y dar a las cosas significados propios: por ejemplo, para él, una caja puede ser una casa o también un coche. Su mente es muy vivaz y curiosa- tanto que pregunta constantemente “por qué”-, y su pensamiento es perceptivo- piensa sobre lo que captan sus sentidos en el tiempo presente- y egocéntrico – se plantea las cosas en relación a sí mismo-, aunque aún no tienen la capacidad de abstracción y lógica. Pero esa limitación la suple con una imaginación desbordante: inventa personajes, crea historias, imita a todas las personas de su entorno. Es la etapa de explosión del lenguaje. A los 6 años tiene un vocabulario de unas 2.500 palabras y lo que podemos llamar “inteligencia adaptada”: se dedica a una tarea concreta y clasifica objetos por tamaño, peso o volumen, lo que le ayuda a almacenar de forma ordenada la información que llega a su cerebro por los sentidos.
  • El poder del pensamiento. A los 7 años se inicia el “estado de las operaciones concretas”, que termina a los 11 y que permite al niño idear una solución par aun problema sólo con el pensamiento, sin ecesidad de actuar. Antes, necesitaba llevar a cabo las acciones de forma real; ahora puede realizarlas en su cabeza. Además, ya es capaz de hacer generalización, usar los símbolos de forma lógica y comprender los conceptos de longitudes y cantidades. En el estadio anterior, el niño pensaba que había más agua en una botella de un litro alta y larga que en una botella de un litro baja y ancha de la misma capacidad. Ahora sabe que un litro siempre es un litro, independientemente del recipiente que lo contenga.
  • La inteligencia adulta. Este estadio del desarrollo cognitivo, que es el definitivo, comienza a los 12 años. El niño no sólo idea soluciones a problemas concretos, también lo hace ante situaciones abstractas. También está capacitado para crear hipótesis mentales muy complejas.
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    Estimular sin forzar

    “En este crecimiento intelectual, es mejor guiar al niño por su desarrollo evolutivo que por su edad cronológica”, recomienda Elizabeth Fodor. En efecto, los padres pueden ofrecer a su hijo una serie de estímulos y actividades que potencien sus capacidades –lo que se llama “estimulación temprana”-, pero jamás adelantarse al nivel madurativo que éste haya alcanzado. De esta forma, sólo conseguirán perjudicar su desarrollo normal. Así, por ejemplo, si intentan
    que el pequeño empiece a leer antes de estar preparado, puede adquirir desórdenes en el aprendizaje de la lectoescritura que aflorarán más tarde.

    Y éstos no son los únicos problemas que pueden surgir en el aprendizaje futuro del niño si se le fuerza a hacer actividades para las que no está maduro. “Evidentemente, un bebé sobreestimulado aprende antes, pero eso no significa que aumente su inteligencia; por eso, cuando llega al cole y tiene que adquirir otros conocimientos, nota que le cuesta más que en casa, pierde motivación y se frustra”, explica Jesús Ramírez.

    Por eso, a este psicólogo no le gusta hablar de estimulación “temprana”, sino “personalizada”, adaptada a cada niño y a sus características. De esta manera se consiguen muy buenos resultados que van a favorecer los aprendizajes posteriores.

    El mejor entorno

    ¿Y cuál es, entonces, el papel que deben adoptar los padres? Pues según Elizabeth Fodor, el de “educadores artesanos” que guían al niño con amor y ejemplo por todas sus etapas de prendizaje. Y es que tan importante es que el niño conozca los números como que se convierta en un ser humano equilibrado, amable y creativo. En definitiva, que pueda desarrollar toda su inteligencia emocional a la vez que la lógica-racional.

    Por ello, nada mejor que crear un entorno de afecto y motivación que anime al niño a descubrir el mundo y adquirir un estado emocional maduro y estable:

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  • Cariño: las muestras de amor le animan a evolucionar. Un niño querido es activo y seguro; un bebé con carencias afectivas puede tener retraso en su desarrollo cognitivo.
  • Apoyo: el bebé no nace sabiendo. Antes de poder hacer un puzzle, necesitará que sus papás le ayuden a encajar las piezas. Con su apoyo aprenderá antes y mejor.
  • Ejemplo: los niños aprenden imitando a los adultos de su entorno. ¿Cómo pretender que al pequeño le guste leer si nunca ha visto a sus padres con un libro en la mano?
  • Motivación: en la infancia las personas son muy sensibles a la opinión de los demás, ya sean los papás o los profesores. Por eso es muy importante reforzar la autoestima de los niños a través de las felicitaciones, abrazos y muestras de alegría por los logros conseguidos. Es lo mejor para motivarle a progresar.
  • Confianza: déjale ser autónomo, que aprenda también de sus propias equivocaciones. Le ayudará a sentirse seguro de sí mismo e independiente. Además, ¿para qué va a esforzarse si mamá terminará haciendo la tarea por él?
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    Algunas propuestas

    Hablar, jugar, correr o bailar pueden convertirse en unas actividades de lo más eficaces para que tu hijo vaya pasando por esos hitos del desarrollo cognitivo. Verás cómo aprender se convertirá en su pasatiempo preferido.

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  • Siempre investigando. Los bebés aprenden a través de los sentidos. Tu hijo podrá descubrir el pequeño mundo que es vuestra casa si le das la oportunidad de recorrerla de arriba abajo, y de tocar, oler y hasta chupar algunos objetos. Siempre que guardes las debidas precauciones y organices un lugar seguro para él, no le impidas explorar todo lo que quiera. Es más, ofrécele objetos que pueda tocar, tirar o mover de un lado para otro. Recuerda que fomentar sus habilidades motoras estimula el desarrollo cerebral –las áreas que se ocupan de los movimientos, el equilibrio…- y, por tanto, mejora su capacidad de aprendizaje.
  • Aprender jugando. “El juego es el trabajo del niño”, sentencia Elizabeth Fodor, que añade que “si el pequeño lo realiza junto a sus papás, lo hará con más ilusión y le permitirá aprender más y mejor”. Vale la pena dedicar de 20 a 30 minutos diarios a esta actividad. Los juegos y juguetes son infinitos y dependen de la edad del niño: desde tus manos, a cojines y pelotas, pasando por puzzles y hasta cajas. Por ejemplo, para mejorar sus habilidades grafomotoras son muy buenos los recortes con tijeras o la plastilina; para potenciar su imaginación, nada mejor que la invención de historias; para desarrollar su memoria auditiva y visual, se puede jugar al “veo, veo” o narrarle cuentos y luego pedirle que los cuente él mismo; y para configurar su organización espacial, resultan eficaces los juegos de encaje o, si es algo mayor, la reproducción de modelos de construcción.
  • Conversación de mayores. Las estructuras del lenguaje se aprenden de manera natural ente los 3 y los 6 años –por eso, ésta es la edad ideal para iniciar a los pequeños en el bilingüismo-, pero ya desde el nacimiento, el cerebro va creando las conexiones necesarias para este aprendizaje. Cuantas más palabras escuchen los bebés, mayor será su vocabulario y mejor su expresión verbal cuando comiencen a hablar. Conversa con él siempre que lo bañes, que le cambies el pañal…; y hazlo con propiedad, evitando palabras inexistentes –usa perro en lugar de “guau”- y los diminutivos.
  • ¡Viva la música!. “La educación musical fomenta todas las áreas del desarrollo cognitivo”, comenta Elizabeth Fodor. Y es que está demostrado que la música estimula los hemisferios cerebrales, tanto la parte responsable del pensamiento matemático o la memoria, como el área de la imaginación y el pensamiento emocional. Cuando son bebés, dar palmas les ayuda a tener sentido del ritmo, y cuando crecen, tocar el tambor fomenta su conciencia numérica.
  • Compartir la lectura. Probablemente, ya conoces los beneficios de la lectura para el crecimiento intelectual: memoria, lenguaje, creatividad, concentración… Son innumerables y, para ofrecérselos a tu hijo, comienza cuanto antes. Incluso, aunque sea un bebé, porque su cerebro se desarrolla mucho al escuchar lo que lees y observar las ilustraciones de los cuentos.
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    De 0 a 2 años: hitos del desarrollo más temprano

    [tabgroup][tab title=”1-6 meses” ]Sus logros:
    – Se chupa las manos y los pies y los observa con curiosidad.
    – Agarra y agita los objetos.
    – Rueda sobre sí mismo para darse la vuelta.
    – Emite cadenas de sílabas: da-da-da.
    Cómo estimularle:
    – Acariciarle, hacerle cosquillas, darle masajes.
    – Ponerte con él frente a un espejo.
    – Cantarle y mirarle a los ojos al hablarle.
    – Darle sonajeros que pueda manipular y colgar móviles en su cuna.[/tab]
    [tab title=”7-12 meses” ]Sus logros:
    – Gatea o comienza a dar sus primeros pasos.
    – Los extraños le ponen nervioso.
    – Coge todo lo que está a su alcance: lo chupa y escucha el ruido que hace.
    – Dice “papá” y “mamá”.
    – Empieza a entender órdenes sencillas: “no” o “dame”.
    – Imita gestos.
    Cómo estimularle:
    – Caminar con él por la casa.
    – Cantarle con gestos y nombrarle los objetos y partes del cuerpo.
    – Jugar a “cucú –tras” y a “toma-dame”.
    – Hacer con él juegos encajables y montar piezas de construcción grandes.
    – Sentarle en gimnasios y paneles de actividades.
    – Darle pianos y mesas de sonidos.[/tab]
    [tab title=”13-24 meses” ]Sus logros:
    – Anda solito y explora toda la casa.
    – Tiene una gran habilidad con las manos.
    – Identifica partes del cuerpo en sí mismo y reconoce su imagen en un espejo.
    – Arrastra objetos mientras camina.
    – Pinta, baila y mira cuentos.
    – Hace frases de dos palabras y habla de sí mismo empleando su nombre.
    Cómo estimularle:
    – Dejarle recorrer la casa.
    – Practicar juegos sensoriales de tocar diferentes texturas, oler distintas fragancias…
    – Hacer manualidades y dibujos con plastilina, pintura de dedos y lápices.
    – Ofrecerle correpasillos y juguetes de arrastre.
    – Mostrarle las partes del cuerpo de otro en el tuyo o en una lámina.
    – Leer cuentos con él y enseñarle canciones.[/tab][/tabgroup]

    Gema Martín.
    Asesoramiento: Jesús Ramírez, psicólogo educativo. Elizabeth Fodor, especialista en Pedagogía.
    Publicado en Guía del Niño nº 126. Junio de 2009.

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